Soundless
Título: Lágrimas


Fandom: Original


Género: Desconocido xD


Notas: Para Retos Ilustrados, en la tabla de tristeza. No tengo mucha idea de lo que tiene que ver esto con la imágen, pero fue lo primero que se me vino a la mente al verla, sólo lo plasmé.

Los personajes y la trama de esta historia sí son de mi autoría.

No crees poder moverte. El simple hecho de pensar representa una gran dificultad en estos momentos. Además, tú no quieres hacerlo. No quieres enterarte de lo que está pasando. Sabes que no podrás aceptarlo.


No apartas tu vista de ese camino vacío, sí, ese por el cual se acaba de marchar. Sus pasos aún están marcados en la fría arena, pero sabes que desaparecerán en algunos minutos a causa de las pequeñas gotas que empiezan a caer y te lamentas por no haberle dicho antes todo lo que lo querías.


Talvez si él te hubiere dicho que no te quería de esa manera, tal vez de esa manera no estarías aquí parada pensando en todo lo que pudo haber pasado. Pero siempre fuiste demasiado temerosa. Y no puedes evitar recordar aquel fatídico día.


Lo habías citado cerca del camino vacío, ese era su lugar. Le dijiste que era algo muy importante, como siempre él acudió de inmediato. Llovía, sus cabellos azabaches estaban revueltos, pero a él nunca le importó su aspecto. Cuando te vio ahí sonrió rápidamente, pero al ver tu cara su sonrisa se curvo en una mueca de dolor, ¿tal mal te veías? Sólo recuerdas que apenas podías respirar.


—¿Estás bien? —te preguntó. Pudiste notar preocupación en su tono, y también en sus ojos cafés.


—N-No es nada malo —le respondiste e intentaste sonreír, pero los nervios te acababan.


Él suspiró aliviado, luego se sentó en el suelo. Hubieras querido decirle que se mojaría, pero no lo hiciste por dos razones: él no te haría caso y se sentaría de todos modos y dos; no podías hablar.


Estabas a punto de llorar. No sabías que hacer, más bien, no sabías como decírselo. ¿Cuánto tiempo llevan como amigos? ¿Un mes, tal vez? No querías estropear esa amistad con esos absurdos sentimientos de amor, pero ya no podías callar más.


—Da-Daniel —lo llamaste y el volteo hacía ti. No pudiste sostener la mirada y decidiste mirar al suelo. Él río un poco.


—Anna, ¿qué te pasa? Te ves nerviosa. —río más y se levantó. Caminó hacía ti y quedó a pocos centímetros de ti. Lo sentías tan cerca.


Empezaste a mover los dedos nerviosamente, no lo sabías, pero presentías que en ese momento estabas tan roja como una manzana. Pensaste en que tal vez sería mejor evitar decirle cuanto lo querías, y continuar con la amistad que tenían. Esperar un poco más, para que él te conociese mejor no sería tan mala idea.


Pero luego te diste cuenta que querías decírselo. No podrías vivir con la incertidumbre de qué hubiera pasado. Te armaste de valor, tomaste una gran bocanada de aire y le dijiste:


—Te quiero.


Por un momento pensaste que morirías. Él levantó tu cara para ver tus ojos chocolates –ahora humedecidos y un poco enrojecidos-, luego sonrío y puso una de sus manos sobre tu cabeza.


—Tontita. Yo también te quiero mucho. Eres una de mis mejores amigas.


Después de eso, revolvió tu cabello café y te dio un gran abrazo. Tú no sabías que hacer.


—¿Quieres ir con Laura? Hoy habrá una fiesta en su casa.


—I-Iré haya en un momento —le sonreíste un poco, pero aún no podías superar su respuesta.


—Quiero verte ahí, ¿ok?


—Claro


Luego él desapareció por aquel camino, sí, ese que estás mirando. La única diferencia es que eso fue hace doce años. Él ahora tiene una novia y está planeando su boda, lo oíste todo, siempre viene aquí a hablar contigo. Y tú no puedes moverte de este maldito lugar. Debes verlo marcharse todos los días, dejándote atrás.


Frotas tus manos, aunque sepas que no sirve de nada. El frío nunca se va. Tal vez por eso sigues conservando los labios morados y la tez casi blanca de aquel día. Sabes que no debiste quedarte ahí, bajo la lluvia y una temperatura mínima. Pero en ese momento necesitabas pensar, y ahora tienes toda una eternidad para hacerlo.


Quisieras llorar, pero tu última lágrima se fue aquel día. Ahora no eres más que un reflejo de lo que eras, y te duele saberlo, por eso, intentas no pensar en eso.


Pero aquella lágrima siempre estará ahí recordándote lo que pudiste ser.